31 de diciembre de 2014

'Annus horribilis' / 'Annus mirabilis'

CADA año puede ser el annus horribilis de cualquiera.


La expresión annus horribilis ('año horrible') la puso en circulación la reina Isabel II de Inglaterra en 1992, año que fue nefasto para la monarquía británica, y de nuevo por influencia anglosajona está muy extendida en el ámbito periodístico, donde es utilizada al final de cada año para hacer el balance desastroso de un personaje, una institución o cualquier otra cosa. Aunque no tiene ya por qué referirse a las monarquías, le cuadró perfectamente a la española para el 2007 por las razones que figuran en la Wikipedia.

Los periodistas, muy dados a incorporar novedades léxicas a sus crónicas y ponerlas en los titulares, han transformado, o más bien deformado, la expresión latina hasta el punto de escribir mes horribilis, semana horribilisdía horribilis e incluso (quis crederet!) minuto horribilis. Son periodistas sin latín, no por culpa suya, creo, sino del sistema educativo, que, como en otros casos, posibilita desempeñar profesiones sin un mínimum de conocimientos propios de esas profesiones. ¿Acaso los eurodiputados españoles saben idiomas? No nos referimos a latín, claro, sino a cualquier idioma.


En el sintagma en cuestión al adjetivo latino acompañan sustantivos en español, creándose un híbrido espantoso y rechazable. Los dos términos o van en latín (mens, septimana, dies horribilis..., lo que se nos antoja muy improbable) o van en español. A veces el dislate queda disimulado al extraerse el sustantivo del entrecomillado que da forma al sintagma ('día «horribilis»').

La reina Isabel II utilizó la expresión latina por analogía con otra más antigua, annus mirabilis ('año maravilloso'), que es el título de un poema de John Dryden referente a 1666. Año maravilloso este, a ojos del poeta, porque, llevando el número del diablo, no ocurrieron en Londres más calamidades aún de las que ocurrieron. Año maravilloso también para Newton, pues en su transcurso desarrolló el cálculo integral, estableció la composición de la luz blanca y concibió la idea de la gravitación universal. Newton, que, por cierto, fue uno de los últimos científicos que escribieron sus obras en latín.

 

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