13 de abril de 2022

Una larga lucha (sin final)

UNA nueva ley educativa está completando sus pasos, la LOMLOE, llamada "ley Celáa", la octava de la democracia. Antes ha habido otras siete leyes y, para dejar en ellas su nebulosa impronta, veinte ministros y ministras cuyo nombre, olvidado ya pero consultable en la Wikipedia por quien quiera, ha quedado vinculado para siempre al calamitoso sistema educativo español. 

Ninguno de esos nombres alcanzará el reconocimiento en su campo que tuvo el no hace mucho fallecido Francisco Rodríguez Adrados (1922-2020) en la defensa del estudio del Latín, el Griego y la Cultura Clásica en la enseñanza secundaria. Quien fue el helenista más importante de España y profesor de Instituto durante quince años y de Universidad, además de desarrollar una inabarcable actividad investigadora y docente, dedicaba mucho tiempo a entrevistarse con las autoridades ministeriales de turno para intentar salvar la situación cada vez más precaria en que caían las lenguas clásicas en el Bachillerato con cada nueva ley educativa.
 

Rodríguez Adrados batalló contra la deriva política y pedagógica desde las páginas de los periodicos, en artículos luego recogidos, hasta 2002, en el libro Humanidades y enseñanza. Una larga lucha. Extraemos ahora algunas ideas, sin apostillas por nuestra parte, de este libro, en realidad ya antiguo, en su larga lucha en favor de las Humanidades, en favor de todos nosotros, a veces como vox clamantis in deserto. Lo que sigue es una relación sincrónica de los frentes abiertos, vigentes hasta hoy mismo, después de veinte años, de los estudios clásicos frente a la Administración educativa. 

Las lenguas clásicas en el Bachillerato. La decadencia del bachillerato se aprecia en la progresiva reducción de cursos, hasta llegar al actual de dos años. Un "mini-bachillerato" de dos años no es homologable en Europa, no se da en parte alguna, salvo en Suecia. No se pueden proponer años de facilidad y luego, abruptamente, un Bachillerato especializado de dos años (p. 69). 
 
La decadencia continúa con la eliminación o reducción drásticas de las materias consideradas "difíciles", entre ellas muy singularmente las lenguas clásicas, que, junto con la Literatura, la Historia y la Filosofía, son materias humanísticas. La lengua española que se estudia no es sino un instrumento para la vida corriente, sin mayor relación con la literatura y la cultura. ¿Qué historia del español u otras lenguas románicas –se pregunta Adrados– va a hacerse sin las lenguas clásicas? Sin embargo, entran en el currículum de las enseñanzas medias asignaturas (Economía, Sociología, Psicología, Pedagogía), que han sido siempre disciplinas universitarias. "Mientras no se cree un Bachillerato de cuatro años ni las Humanidades Clásicas ni lo demás tienen futuro" (p. 185). El descenso de las Humanidades en la Enseñanza Media es, pues, un síntoma de la decadencia de ésta.

La Universidad. La Universidad está en conexión con las enseñanzas medias: si en estas el nivel de exigencia y de estudio de las lenguas clásicas desciende hasta lo impensable, se pregunta Adrados qué sentido tiene formar ampliamente a los alumnos universitarios. 

La facultad de Filología la han constituido siempre las lenguas clásicas y las modernas. Pero ahora se asiste a su fragmentación en numerosas facultades, a las que se añaden titulaciones como la llamada "de Humanidades"; piensa Adrados que las Universidades crearon demasiadas secciones de Filología Clásica, así es que muchas están en declive, con escasos alumnos (p. 235).
 
La importancia del latín y el griego. Muchas veces el defender la importancia de las lenguas y culturas clásicas requiere poner ejemplos que la Administración sea capaz de entender, caiga en la cuenta del error y rectifique en el tratamiento de estas asignaturas en los planes de estudio. 

De Grecia provienen los conceptos de Ciencia, Democracia, Enseñanza para todos y el vocabulario científico en general. "Fueron los griegos los que inventaron el término cosmopolita, 'ciudadano del mundo'. Fueron los romanos los que dieron el modelo de toda organización supranacional, de toda comunidad entre las más varias naciones", señala el profesor Adrados, para quien el latín es una disciplina relacionada con todas las Humanidades, materia central de la cultura y tan universal que ha llegado a Rubén, Unamuno, Altolaguirre, Cernuda, Gil Albert, Lorca, Miguel Hernández, Pérez de Ayala, Baroja (su Zalacaín tiene temas de la Ilíada). "Sin el Humanismo clásico no se comprenderían el Renacimiento, la actitud del hombre europeo ante América, la Revolución Francesa, la misma idea de Europa" (p. 123). Colón no hubiera descubierto América si no hubiera sabido latín, afirma Adrados (p. 73). 

El valor universal de los estudios clásicos queda recogido en este párrafo: "Las Humanidades Clásicas no son sólo para unos pocos especialistas, son también para los cultivadores del Derecho, la Historia, la Filosofía, la Sociología, el Periodismo, Ciencias de la Información, Políticas, la Literatura. Y, en la medida que sea, las Ciencias: su espíritu es griego y su vocabulario sigue siendo, en lo esencial, griego y latino" (p. 187).

Defensa social de las Humanidades. Las lenguas clásicas han estado necesitadas de apoyos y adhesiones. Adrados consigna el 'Congreso de la Unión Latina' de 1990 del que se hizo eco El País, diario muy significado a la hora de defender el latín (editorial de 24-IV-1985); o el 'Manifiesto por las Lenguas Clásicas' de 1997, de gran acogida entre personalidades de letras ajenas al gremio de los latinistas, que en esos momentos de tribulación para las clásicas escribían en la prensa artículos de recuerdo y elogio del latín, lo que lleva a decir a Adrados: "Está mucho menos muerto de lo que se decía: mueve pasiones" (p. 50). 
 
Políticos y pedagogos. El político no lee mucha literatura, dice Adrados; y es ante él ante quien hay que esgrimir los argumentos ("alguien ha de hacer la tarea", p. 133) que salven la posición o aminoren el recorte al latín y el griego en los planes de estudio de los diferentes gobiernos. Aparecen a lo largo de estos artículos nombres de ministros, partidos políticos y posturas ideológicas: la retórica pedagogizante y antihumanística de los pedagogos, las promesas de Javier Solana, el gobierno del Partido Popular que se limitó a gestionar la anterior legislación (p. 160). Con las Autonomías llegó la desnacionalización de la enseñanza (p. 41) y el ascenso de diecisiete "ministros" de educación ("Los ministros van a más y los maestros a menos, pese a las etimologías", p. 133).     

Auge de traducciones clásicas. El panorama educativo para el latín, el griego y la cultura clásica es desalentador. Pero, paradójicamente, sucede todo lo contrario en el mundo editorial y del público lector. Las traducciones al español de los clásicos se han renovado a lo largo de los últimos años, tanto que toda editorial de divulgación de conocimientos generales que se precie tiene en su catálogo una colección de clásicos grecolatinos. El Tucídides que Adrados tradujera en 1952-1955, por ejemplo, se puede conseguir en otras varias traducciones más aparecidas recientemente en poco tiempo.