21 de septiembre de 2014

Dos 'Hércules' de usar y tirar

ALLÁ por el mes de enero veíamos Hércules. El origen de la leyenda (The Legend of Hercules, Renny Harlin, 2014), patético péplum. 

Aquel Hércules era cualquier cosa menos el héroe mitológico. Era un soldado romano, un gladiador, un acróbata, un superhéroe de la Marvel (con poderes «galácticos» incluidos), un Sansón, un Alejandro Magno y, sobre todo, un tipo bobamente enamorado cuya única meta era, como infinidad de veces sucede en el cine, recuperar a la chica que le arrebataban. Siete cualidades en un solo personaje, por si alguien dudara de su condición heroica. Pero, precisamente por toda esa parafernalia de destrezas, resultaba un anacronismo puro y duro y la película quedaba reducida a un auténtico pastiche. La fidelidad a la mitología y la cultura clásica, por supuesto, no existía, salvo en los nombres de los personajes y en detalles aislados.

Unas bruscas elipsis daban paso en unos instantes al personaje ya adulto y al odio de su hermanastro Ificles. Cosa extraña en el cine norteamericano, en general de buena factura formal y técnica, había dos o tres escenas visiblemente mal resueltas, carentes de raccord. Unos movimientos circulares de cámara acompañaban enfáticamente un insulso diálogo entre Hércules y un capitán aliado.

Veíamos (en el s. XII a. C.) ejércitos y caballería tan bien equipados y disciplinados como los romanos. Había una lucha gladiatoria en una especie de vertiginoso teatro con millones de espectadores digitalizados. Los escudos y cascos aparecían impolutos. Por todas partes flotaban copos de no sabíamos qué… 

El Hércules estrenado en septiembre (Hercules. The Thracian Wars, Brett Ratner, 2014) supera a su predecesor en muchos aspectos cinematográficos (guión, interpretación, dirección artística, efectos especiales moderados...), pero tampoco genera entusiasmo en los espectadores con un mínimo de exigencia.

En esta ocasión, Hércules ha completado ya sus Doce Trabajos (tres de ellos aparecen muy breve, pero espectacularmente, resumidos: la hidra de Lerna, el jabalí del Erimanto y el león de Nemea) y lleva con escepticismo la fama que le precede durante sus andanzas como mercenario al mando de una especie de Equipo A mitológico. Son sus compañeros Anfiarao, Autólico, Atalanta, Tideo y Yolao, su sobrino: los nombres y algunas de sus cualidades y detalles están prestados de personajes «reales» de la mitología, pero nada más; cada uno aparece con su personalidad y sus armas diferentes. A cambio de su peso en oro, Hércules se aviene a participar en la guerra de los tracios que señala el subtítulo original y actuará como un general que instruye y arenga al inocente ejército tracio.


Entre los disparates más notorios de la película está situar parte de la acción en Atenas en el preciso año de 358 a. C., a pesar de ser Hércules un héroe tebano anterior a la Guerra de Troya homérica, que pudo tener lugar entre los siglos XII-XIII a. C., y hacerlo en el reinado de un Euristeo que ni era ateniense, sino micenio, ni dio muerte a la esposa del héroe, Mégara, y a sus hijos.  

Los títulos de créditos finales se acompañan con un espectacular cómic animado de gran valor artístico a imitación del que aparecía en 300. No en vano la película está basada en un cómic (de Steve Moore y Admira Wijaya) que habrá sido el hilo conductor de todo el filme y que no conocemos.

La fantasía no es respetuosa con los aspectos esenciales del mito en el cine comercial (americano) ni le importa. La mitología sólo es otro escenario más para las mismas historias de siempre. Al menos así lo hemos vuelto a comprobar por enésima vez en estas dos últimas versiones de Hércules. 
  
Hércules (2014)  
Hércules. El origen de la leyenda (2014)  

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