LA paradoja o el sarcasmo quiso hacer coincidir en el tiempo y el espacio (lato sensu: 2012, Oviedo) a Martha C. Nussbaum, filósofa estadounidense, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de 2012, con José Ignacio Wert, sociólogo, a la sazón ministro de Educación y Cultura del decadente Reino de España, siendo como son dos figuras antagónicas.
Una, profesora en universidades norteamericanas prestigiosas, ensayista de numerosa obra, influyente en cuestiones de ética, educación y ciudadanía a nivel mundial, pese a quien pese; además, conocedora del pensamiento griego y galardonada con el premio Príncipe de Asturias por «su contribución a las humanidades, la filosofía del derecho y de la política, y por su concepción ética del desarrollo económico».
El otro, sociólogo de una universidad española, ministro de educación sin escaño, tertuliano, político tocado por el falible y arbitrario dedo de un presidente de Gobierno para, con poderes absolutos (democráticos, cierto), irrumpir como elefante en cacharrería en la educación de la sociedad española.
El preámbulo del primer anteproyecto de la LOMCE (25-09-2012) auspiciada por el ministro Wert contenía el siguiente disparate educativo neoliberal (posteriormente eliminado), que podemos situar en las antípodas del pensamiento de la filósofa premiada:
La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.
El cambista y su mujer (detalle), Quentin Massys |
Martha Nussbaum critica en un reciente ensayo, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (2010), los sistemas educativos que persiguen el beneficio económico. «Las sociedades democráticas que buscan la rentabilidad producirán generaciones de máquinas utilitarias», advierte (p. 20). Aboga por la presencia de materias de artes y humanidades en los planes de estudio universitarios y de enseñanza secundaria. Son estas materias, sin desdeñar las científicas y tecnológicas, las que dotan de pensamiento empático y crítico al estudiante y le blindan contra la retórica y la demagogia de los políticos; las que ayudan a vigilar y mejorar la salud de la democracia, formando ciudadanos que, como Sócrates, cuestionan la autoridad y no son fácilmente dóciles y obedientes.
|
Pero además de esto, los estudios en humanidades, dice Nussbaum, no están exentos de oportunidades en el mundo de la empresa: «En repetidas ocasiones, las empresas eligen contratar a las personas que tienen una formación de grado en disciplinas humanísticas antes que a las que cuentan con una formación preprofesional más estricta, precisamente porque consideran que las primeras poseen la flexibilidad y la creatividad necesarias para prosperar en un ámbito empresarial más dinámico» (p. 152), idea ésta concordante con la expresada por la actual presidenta y CEO de Yahoo!, Marissa Mayer.
Las últimas páginas del libro, sin embargo, revelan la decepción de Nussbaum ante Barack Obama, un político que, a pesar de haberse formado en humanidades (en el Occidental College y en la Universidad de Columbia), una vez en el poder viene insistiendo en un programa educativo típicamente tecnócrata y economicista.
Este desolador panorama, de relegación de las humanidades en los EE UU, es el que últimamente ha empujado a Gerald Conti a presentar su renuncia como profesor de Historia y Humanidades en el instituto de Westhill de Nueva York después de nada menos que veintisiete años de docencia. El suyo ha sido un gesto que rebasa lo meramente personal para convertirse en simbólico, en el símbolo de la derrota ante una clase política (lo mismo da neoliberal que socialdemócrata) y una sociedad idiotizada que vuelven la espalda a los estudios humanísticos, en un tiempo que mercantiliza la educación y que por ello sólo podrá traernos «decadencia moral e intelectual».
No hay comentarios:
Publicar un comentario