28 de febrero de 2013

Ratzinger y el latín


EL lunes 11 de febrero el papa Benedicto XVI anunció ante propios y extraños su renuncia al Pontificado. Ni dimisión ni abdicación, sino renuncia. Los «propios» eran los cardenales y prelados presentes en el consistorio, y los «extraños», cinco periodistas.

La noticia, que ha conmocionado al mundo entero, por lo sorpresiva e insólita, fue comunicada por el propio Pontífice en latín.

Uno de los primeros actos cargado de simbolismo que ofició  Benedicto XVI tras ser elegido Papa fue una missa pro ecclesia en latín, celebrada en la Capilla Sixtina ante los cardenales electores (20 de abril de 2005). Parecía una obviedad, siendo el latín la lengua oficial de la Iglesia católica, pero no lo era. Era más bien el preámbulo de una recuperación de la liturgia en latín, lengua que en vísperas del Concilio Vaticano II (1962-1965) era tenida en la más alta estima (Veterum sapientia), pero que, tras él, fue desapareciendo de las ceremonias religiosas al mismo tiempo que las sacristías se llenaban de curas en vaqueros y los altares de las iglesias de guitarras acústicas. 

¿Revancha del tradicionalista Ratzinger? Un tradicionalista, en todo caso, que abrió cuenta en Twitter en múltiples idiomas, incluido el latín (@pontifex_In), con el que atrajo al instante a casi 5.000 seguidores entusiastas de esta lengua. Vuelta a las esencias del rito, para más inri a petición de sectores laicos —hasta algunos ateos piden para sí «el funeral en latín y el cura a favor», valga la anécdota y la boutade de quien lo dijo (F. Jiménez Losantos)—, pero también adaptación a los nuevos tiempos. En el aspecto de la comunicación, Ratzinger ha supuesto para la Iglesia católica tanto tradición como renovación.

Una de las últimas diligencias del Pontífice que hoy se oculta al mundo ha sido la creación de una Pontificia Academia Latinitatis (10 de noviembre de 2012), que sustituye a la fundación Latinitas, responsable de ese encantador Lexicon Recentis Latinitatis que ha puesto en un latín renovado y ocurrente el vocabulario de los tiempos modernos (así, p. ej., 'astronave' se dice navis sideralis, y 'barman', tabernae potoriae minister). Benedicto XVI es considerado un papa intelectual y teólogo. Con la fundación de la citada Academia Pontificia de Latinidad, ha querido llamar la atención acerca del desconocimiento cada vez mayor del latín y promover su estudio en el ámbito eclesiástico y en el seglar. El nombre de Benedicto XVI deberá figurar entre los papas humanistas del Renacimiento (Nicolás V, Pío II, Sixto IV, León X) y alguno de los más recientes (Juan XXIIIque favorecieron las humanidades a través de las lenguas clásicas.

Finalmente, el uso solemne del latín por el Papa se completó en la declaratio de su renuncia ese lunes 11 de febrero: Conscientia mea iterum atque iterum coram Deo explorata ad cognitionem certam perveni vires meas ingravescente aetate non iam aptas esse ad munus Petrinum aeque administrandum... 

...Quapropter bene conscius ponderis huius actus plena libertate declaro me ministerio Episcopi Romae, Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commisso renuntiare ita ut a die 28 februarii MMXIII, hora 20, sedes Romae, sedes Sancti Petri vacet et Conclave ad eligendum novum Summum Pontificem ab his quibus competit convocandum esse.

Este acto tan insólito en un papa humanista fue curiosamente seguido por un prodigium a la manera clásica, aunque pagana (no por casualidad los papas son pontifices); prodigio que, también curiosamente, pareció propiciado por las palabras del decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, en la respuesta a la renuncia del Papa: «Su mensaje ha caído entre nosotros como un rayo en cielo sereno», dijo. Y, efectivamente, aquella tarde Roma se oscureció y un rayo vino a caer sobre la cúpula de la basílica de San Pedro, en el Vaticano, sobre el centro mismo de la Cristiandad. 


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