23 de noviembre de 2014

La 'hybris' en el mundo financiero

La hybris es un concepto religioso de los antiguos griegos que nos parece intemporal. Hybris era la soberbia exhibida contra los dioses, generalmente consecuencia de una ofuscación previa (áte) y seguida inevitablemente de un castigo (némesis).

Algunos ejemplos de esta soberbia los tenemos en la mitología. Níobe se jactó de tener más hijos que Leto, que sólo dio a luz dos, Apolo y Ártemis, dioses gemelos hijos de Zeus, mientras que ella tuvo doce, según la versión de Homero (Il. XXIV, 605-612). El castigo recibido por su jactancia de maternidad fue que seis flechas de Ártemis acabaron con sus hijas y seis flechas de Apolo con sus hijos. 

En otro pasaje cuenta también Homero que Eurito, rey de Ecalia, experto en el manejo del arco, desafió al propio Apolo y éste lo mató por arrogante (Od. VIII, 223-228)

Agamenón, Aracne y Marsias pagaron caro su atrevimiento a manos de dioses vengativos (Ártemis, Atenea y Apolo), en otros tantos episodios de la mitología muy conocidos. Agamenón se vio obligado a sacrificar a su hija Ifigenia, Aracne fue convertida en araña y Marsias despellejado vivo. Los tres pecaron de hybris.  

La soberbia, la antigua hybris, está presente también en el mundo financiero actual. Un libro de economía (Cómo acabar de una vez por todas con los mercados, del matemático y analista económico Juan Ignacio Crespo) con pinceladas «humanistas» y de cultura clásica nos lo recuerda un par de veces.

Una es el caso del bróker francés Jérôme Kerviel, que superó los límites de riesgo de una entidad bancaria y provocó pérdidas milmillonarias y posteriores caídas en las Bolsas. Como lo hizo fraudulentamente, la fiscalía le impuso el castigo de cinco años de cárcel, tres firmes, y dos de inhabilitación como corredor de bolsa, más la multa del agujero que había creado. De este modo llegó la némesis para él.



Otra tiene que ver con lo que el autor considera complejo de superioridad existente en el ámbito académico. Dos economistas norteamericanos, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, después de haber escrito un libro brillante (Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera), cometieron un error garrafal de cálculo en un artículo sobre la crisis de deuda por fiar sus análisis empíricos a una hoja de Excel. A ellos la némesis les llegó en forma de ridículo y desprestigio, porque además el error fue descubierto por un «simple» estudiante de doctorado.

Además de esto, Crespo cita en su libro autores clásicos con más frecuencia de lo esperable en un economista: San Jerónimo, San Agustín, CicerónTerencio, este último con su conocida sentencia, Homo sum, humani nihil a me alienum puto 'Hombre soy; nada de lo humano lo considero ajeno a mí'. Se atreve también a indagar la etimología de bróker en sus raíces latinas (< abrocator 'vendedor al por menor'; pero esta cuestión no es tan sencilla...) y, con más éxito, explica latinismos de uso por economistas, como pari passu, entre otros que utiliza y cita (in pectorepost scriptumprincipii petitio, Post hoc ergo propter hoc, Fiat iustitia et pereat mundus...) En la bibliografía final incluye sorprendentemente tres libros de humanidades; uno de ellos, El latín ha muerto. ¡Viva el latín!, de Wilfried Stroh.

El libro de Crespo, al margen de la valoración que se pueda hacer de él en el campo de la economía, revela a un autor que intenta trascender su materia con notas de cultura general y clásica. Aunque esto último sea a veces por vía anglosajona, nos parece algo encomiable.

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