
CAECILIVS LACVNENSIS
Blog reivindicativo del latín y la cultura clásica
5 de febrero de 2025
'Gladiator II' / La historia se repite

28 de enero de 2025
Defensor incansable del latín
- "Una virtud romana" (XLSemanal, 17-01-2025)
- "Más latín y menos imbéciles" (XLSemanal, 12-07-2020)
- "Demasiado lejos de Troya" (XLSemanal, 24-09-2017)
- "El adiós de Héctor" (XLSemanal, 01-11-2015)
- "La profesora de Arte" (XLSemanal, 25-07-2011)
- "Permitidme tutearos, imbéciles" (El Semanal, 23-12-2007)
- "Retorno a Troya" (El Semanal, 28-03-2004)
- "Carta a María" (El Semanal, 19-11-2000)
- "Los yankis, el latín y Maripili" (El Semanal, 29-01-1995)
RETORNO A TROYA
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Nox atra cava circumvolat umbra. Me despierto con esas palabras en la cabeza, como un soniquete. Latín, claro. Son viejas conocidas. Me ducho repitiéndolas. Nox atra cava, etcétera. Don Antonio Gil, mi profesor del asunto, me las hizo traducir hace más de treinta años: "La noche negra nos rodea con su envolvente sombra". Cojo la toalla. De pronto me detengo, mirando en el espejo el careto de un fulano que ya en nada se parece al muchacho que traducía a Virgilio. "Envolvente" por cava suena raro: "envolvente sombra". ¿Es posible que lo recuerde mal? ¿O que la traducción que hice entonces no fuera buena? Nox atra cava circumvolat umbra. Toda la vida recordándolo así, y ahora dudo. Siempre fue mi fragmento favorito, el verso 360, cuando Eneas y sus compañeros, sabiendo que Troya está perdida, deciden morir peleando; y como lobos desesperados caminan hacia el centro de la ciudad en llamas, no sin que antes Eneas pronuncie ese Una salus victis, nullam sperar[e] salutem que tanto marcaría mi vida, mi trabajo, las novelas que aún no sabía que iba a escribir: "La única salvación para los vencidos es no esperar salvación alguna".
Cava umbra. El enigma me anima el día. Con los dedos hormigueantes voy a la biblioteca, donde el viejo diccionario Spes, maltrecho pero fiel, me recuerda que cavo, transitivo de la primera, significa cavar, vaciar, ahuecar, horadar, ahondar. Envolver, ni por el forro. Estoy perplejo. Don Antonio Gil —tres años de latín en el instituto después de que me expulsaran de los maristas— era un catedrático joven y comprensivo, pero también muy riguroso. Nunca me habría dejado pasar una alegría, pienso. ¿Y si toda mi vida lo he recordado mal? Consulto otras traducciones. La que tengo más a mano simplifica: "rodeados por las tinieblas de la noche". No me vale. Recurramos al canon. Acudo a los estantes de la biblioteca clásica Gredos. Volumen 166. Lo abro: "La negra noche vuela en derredor ciñéndonos en su cóncava sombra". Recristo, me digo. Doctores tiene la materia, pero lo de "volar en derredor" suena pretencioso, libérrimo e inexacto. Aunque lo de "cóncava", la verdad, es más literal que "envolvente". Sólo literal, ojo. Pues lo cóncavo, si estás dentro, envuelve. Y vista la cosa desde la perspectiva de los guerreros troyanos que se disponen a morir en la oscuridad de la noche, que ésta sea cóncava o convexa se la debe de traer a cada uno de ellos bastante floja. Lo que se ven es envueltos, claro. La imagen no es casual. Caminan envueltos en la noche negra de sus vidas y su ciudad, hacia la muerte. Me voy a la parte menos accesible de la biblioteca, desempolvo cajas, pilas de viejos libros desencuadernados y hechos polvo. Y al fin me alzo con el botín: mi Ilíada, mi Odisea y mi Eneida anotadas. "A. P-R. Preu. Letras". Abro el Virgilio: Arma virumque cano. Cuánto tiempo, pardiez. Cuántos años y cuántas cosas. Con emocionada melancolía paso los dedos por las líneas de los hexámetros virgilianos con mis trazos a lápiz marcando cada dáctilo, espondeo y cesura, y con la traducción anotada a bolígrafo junto a cada verso. Y ahí está, en el libro II. Nox atra cava circumvolat umbra: "La noche negra nos rodea con su envolvente sombra". No hay duda. En aquel curso 1968-69, don Antonio Gil dio por bueno el envoltorio que dispuse para los guerreros troyanos. Sonrío, evocador. Luego recuerdo el título de un ensayo de don Manuel Alvar: La lengua como libertad. Sonrío más y me recuesto en la silla, pensando que tengo el privilegio de poseer una lengua, la española, que es una herramienta eficaz y maravillosa. Y qué profunda —envolvente y cóncava—, concluyo, es la deuda con quienes me ayudaron a conocer sus nobilísimas claves y a utilizarla, antes de que ministros y psicólogos imbéciles pasaran a cuchillo la formación de los jóvenes, confundiendo renovación con igualitarismo educativo —igualitario por abajo— y desmemoria.
Y así estoy, sentado con Virgilio, cuando regresa mi hija de clase, ve el libro y charlamos un rato sobre aqueos, troyanos y peligrosos caballos de madera con soldados cubiertos de bronce ocultos en su vientre. Mi vástaga estudia Historia y Arqueología, pero en su facultad —tiene intríngulis la cosa— no puede estudiar latín ni griego. Debe apañarse con lo que pudo estudiar en el colegio y buscarse la vida por su cuenta. Ya lo definió Virgilio, claro: Nox atra cava circumvolat umbra. A todos.
Hijos de puta, pienso, cerrando la Eneida. Hijos de la gran puta.
Arturo PÉREZ REVERTE El Semanal, 28-03-2004
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4 de abril de 2024
Una lengua antigua
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Antonio López Torres: Niños jugando a las bolas (1946) |
Siempre me gusta oír el latín. El hermano Gregorio suele leer durante la clase párrafos de La guerra de las Galias y fragmentos de los discursos de Cicerón. El cura que dice la misa diaria en el colegio, se vuelve hacia nosotros y canta sin alzar demasiado la voz: Credo in unum Deo... [sic] El sonido, el cuidado que requiere cada palabra, su música, el significado que adivinas muy próximo aunque la mayoría de las veces no lo entiendas, y el tono claro y siempre ceremonioso que se emplea al leerlo lo hacen especialmente atractivo.
6 de agosto de 2022
Elegir Clásicas
HA traído cola la noticia de que un estudiante de nombre Gabriel Plaza, que ha obtenido la mejor nota en las pruebas de Selectividad de Madrid (13,96 puntos sobre 14), haya declarado a los medios de comunicación su deseo de estudiar Filología Clásica y ser profesor de Latín, por lo visto una cosa menor y despreciable.
Ha sido por cuatro gatos de Twitter que, con mensajes y pulgares arriba que lo dicen todo de sí mismos, se han lanzado a la yugular del joven haciendo gala del ingenio habitual de quien cree poner el dedo en la llaga y al mismo tiempo meterlo en el ojo. Los argumentos de este acoso y derribo (pues el chico ha tenido que cancelar su cuenta), han sido básicamente dos, típicos y tópicos. Y aunque han salido en apoyo del estudiante muchos periodistas y escritores de renombre, como Sergio del Molino («La ambición de Gabriel»), y hasta un editorial de El País y por supuesto muchos otros internautas, damos aquí nuestra personal respuesta a los críticos de Gabriel faltos de cerebro. Estos han venido a decir, más o menos:
1. «Para cursar esa carrera solo necesitabas un cinco; has empleado mal tu tiempo; con un diez deberías aspirar a mucho más».
Es verdad que para entrar en carreras de Humanidades puede bastar un simple cinco, pero este argumento no deja de tener una cortedad de miras alucinante. En cualquier circunstancia, o por lo menos en esta de superar una prueba (el ejemplo del deporte lo entiende todo el mundo), no conformarse con lo mínimo o lo suficiente nos parece digno de elogio. El afán de hacerlo bien, para su propia satisfacción (y también, ¿por qué no decirlo?, la de sus profesores, anónimos pero esenciales en este caso), honra a este futuro estudiante y docente de Clásicas. Poco grato es, creemos, ir chapoteando en la mediocridad.
En tiempos lejanos se descubrió la escasa preparación que exhibían los aspirantes a maestros precisamente en la Comunidad de Madrid. La sociedad y los políticos se llevaron entonces las manos a la cabeza y propusieron soluciones para los futuros enseñantes: aparte lo ya exigido por Bolonia (grado de cuatro años, es decir, más tiempo de estudio que anteriormente), miraron a otras latitudes y empezaron a pensar en una mayor exigencia para ingresar en especialidades como Magisterio y en un MIR de profesores que sería la panacea. Ahora que alguien desea acceder a una carrera con intenciones de docencia no con un cinco, sino con un catorce, le reprochan que, con tal grado de excelencia, se limite a ser un simple profesor. ¿No exigían algunos que a la docencia deberían ir los mejores, para deshacer el tópico de que «el que no sabe, enseña»? Vivir para ver.
2. «Esa carrera (de filología) que has elegido no tiene salidas; acabarás en el paro o de camarero».
Si hay carreras que no tienen salida es porque la sociedad y los políticos, estos pendientes solo de los votos y de su medro personal o de partido, las rechazan tachándolas de improductivas. No producen, no generan trabajo. No están arriba en las listas de empleabilidad. Con esta mentalidad cerrada, economicista y utilitarista acerca de las salidas de determinadas especialidades (no solo Filología Clásica), cercenan la demanda y, la poca que pueda haber, la abortan. Olvidan que no son las carreras las que tienen o no salida, sino las personas concretas que con esfuerzo, talento o constancia la posibilitan.
Acerca de los estudios y sus salidas ocurren hechos sorprendentes. La carrera de Filosofía ha experimentado una notable demanda en los últimos años y una reevaluación de sus expectativas de futuro. A raíz de la polémica de estos días en torno a la Filología Clásica, alguien ha ido a los datos y nos informa de que, al menos en lo que se refiere a sueldo, está por encima de otras especialidades más llamativas.
En definitiva, elegir Clásicas es una gran opción para un estudiante excelente que prefiere la felicidad al éxito seguro.