24 de octubre de 2012

Calendario mitológico erótico

LOS griegos practicaron la exhibición del cuerpo desnudo y la convirtieron en arte en multitud de esculturas de dioses, héroes y muchachos de proporciones perfectas. En Grecia, primero fue representado el cuerpo masculino, ya en el siglo VII a. C. Siglos más tarde el femenino, más restringido. La primera estatua femenina desnuda fue la de la diosa Afrodita, la Afrodita o Venus de Cnido, de Praxíteles (siglo IV a. C.). Causó conmoción en su época, hasta el punto de que, según escribe Plinio (Naturalis historia XXXVI 4), hubo incluso quien se enamoró de ella. Enamorarse de una estatua es un vicio que se llama agalmatofilia. Ignoro si es frecuente. 

Atenea
Karl Lagerfeld desnudó a sus modelos de carne y hueso para realizar el Calendario Pirelli 2011. Contó que leyó la Ilíada de Homero a los seis años y que esta obra le inspiró para su serie de 35 fotografías en b&n de personajes mitológicos, titulada Mythology, «homenaje al amor por la juventud, el culto al cuerpo, la aceptación del deseo sin castigo y la ética de la belleza». A diferencia de lo que ocurría en la Grecia clásica, Lagerfeld quiso ser provocativo poniendo modelos masculinos desnudos en su calendario. La contemplación moral y estética de la desnudez ha cambiado de aquellos lejanos tiempos a nuestros días. 

Si el creativo alemán desnudó a sus modelos, igualándolos a las estatuas clásicas, los franceses Alex Persani (diseñador) y Leo Caillard (fotógrafo) han hecho justo lo contrario: poner ropa street style a algunas de las estatuas del Museo del Louvre que parecían pasar el tiempo aburridas siempre con la misma indumentaria (es decir, ninguna). Aquí, la provocación está en poner gafas de sol y pantalones vaqueros a, por ejemplo, Aristeo, el dios campesino que en su musculosa desnudez jamás pudo imaginar ir vestido tan moderno.
Baco y dos ménades

Carmen Sánchez, Arte y erotismo en el mundo clásico, Madrid: Siruela, 2005, cap. 1, pp. 19-37.

4 de octubre de 2012

A vueltas con Teseo

QUIEN conozca el mito de Teseo se habrá dado cuenta de que está en el punto de partida de la película Los juegos del hambre, basada en la novela homónima de Suzanne Collins. La autora misma de la novela ha confesado que así es.


Atenas, bajo el dominio de la poderosa Creta, estaba obligada a entregar anualmente un tributo al rey Minos. Siete parejas de jóvenes debían ser sacrificadas al Minotauro, el monstruo mitad hombre mitad toro que se hallaba encerrado en el centro del Laberinto.

Este es el argumento mitológico subyacente con el que comienza y en el que se fundamenta la película. Teseo, el gran héroe ateniense, se ofreció voluntario al margen del sorteo (y las analogías con la película acaban justo aquí, pues el resto del mito ya no interesa) para viajar a Creta acompañando a los jóvenes víctimas del año y terminar con ese impuesto inhumano. Teseo entró en el Laberinto, mató al Minotauro y salió gracias al ovillo que le proporcionó Ariadna, una de las hijas de Minos que se había enamorado del príncipe extranjero.


El mito de Teseo, este episodio parcial en concreto, ¿es una excusa para crear lo que los avispados llaman una «distopía juvenil del futuro»? ¿O más bien forma parte, o debería hacerlo si no, de la semilla inmortal de que son portadores la mayoría de los mitos clásicos, esto es, su capacidad de generar argumentos universales de los que se va alimentando el cine?

En Immortals, Teseo es ya sólo el nombre «comercial» que le han puesto al campesino que, convertido en héroe, debe acabar con las ansias de poder destructivas del rey de Creta, que no es Minos sino... ¡Hiperión! (del mismo modo arbitrario que ha permitido llamar Theseus Pro a las zapatillas de Usain Bolt). La mitología, por tanto, es aquí una excusa para, utilizando sin sentido, y trastrocándolos, nombres y personajes de los mitos griegos, contar una historia carente de verdad mitológica y quedarse en un simple bodrio argumental. Sin duda, en esta película a los guionistas se les fue la olla.

Immortals (2011)  

Suzanne Collins, Los juegos del hambre, Barcelona: Molino, 2009. Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012).
Immortals (Tarsem Singh, 2011).